A- Definición
y objetivos de la disertación.
I-¿Qué
es una disertación?
Es el acto de disertar o sea, de
razonar acerca de un tema determinado. Es el análisis y discusión de una idea,
de un juicio crítico. Toda disertación es una demostración en la que se trata
de probar algo, de sostener una tesis.
La disertación es un ejercicio
fundamental en los estudios de Letras y Ciencias Humanas. Es un método idóneo
para la formación intelectual.
II-¿Cuál
es la finalidad de la disertación?
El disertador debe demostrar y
probar:
-
Sus
conocimientos, su propia reflexión acerca de la materia estudiada (sin alarde).
-
Su
habilidad literaria (corrección de la expresión, precisión de los conceptos,
riqueza del vocabulario, etc).
-
El
rigor del pensamiento, las aptitudes de argumentación, de lógica, de
razonamiento, y de espíritu crítico.
-
El
dominio de la técnica de la disertación que sólo se adquiere mediante el
conocimiento perfecto de las normas teóricas y mediante la realización de
varios ejercicios prácticos (teoría y práctica).
En
conclusión la disertación es un íntimo y profundo conocimiento de la obra
estudiada y una técnica perfectamente dominada. Este ejercicio espiritual
requiere un atento esfuerzo intelectual. Supone un acto metódico de reflexión.
B- ¿Cómo
se hace una disertación?
1-Primera fase: Comprensión del tema.
Éste
último suele presentarse bajo forma de una cita que es un juicio crítico acerca
de la obra estudiada. Además de la cita, el tema comprende de las indicaciones
u orientaciones del profesor (“Discutir o ejemplificando…” “comentar”…, etc).
Estas indicaciones recuerdan, la necesidad de criticar, de poner en tela de
juicio la opinión del crítico.
Esta
fase previa es la base de la disertación, por lo que hay que examinar con toda
atención, el enunciado del tema y comprender a fondo todos los términos y conceptos.
2-Segunda fase: Reunión de materiales.
Supone
la indagación de ideas acerca del tema propuesto. Es preciso:
-
Explorar
todos los aspectos posibles del tema mediante el planteamiento de diversas
preguntas, acudiendo para ello a los propios conocimientos (fichas de lectura
de la obra y estudios críticos).
-
Apuntar
paralelamente las ideas en el borrador, sin construir frases (en estilo
telegráfico, ir apuntando las idead a medida que surgen sin preocuparse de la
expresión formal).
3-Tercera fase: Establecimiento de un plan.
Es
la clasificación de las ideas antes expuestas según su orden lógico. Equivale a
la estructuración u ordenación de dichas ideas, con arreglo a un plan lógico.
En
toda disertación (o composición), hay tres partes esenciales: introducción,
desarrollo y conclusión.
a) Introducción:
Debe: -introducir el tema
presentándolo en sus líneas generales.
-explicarlo
-anunciar el plan que se va a seguir en el
desarrollo.
El tema se convierte en un
problema, en una cuestión problemática. La introducción debe ser breve: ir
directamente al grano y evitar dar la solución al problema por anticipado.
b) Desarrollo:
Es el “desarrollo” de las ideas
presentadas previamente en la introducción. Es el núcleo de la disertación.
Conviene organizar las ideas siguiendo un encadenamiento lógico, un hilo
conductor: tesis, antítesis y síntesis.
*La tesis desarrolla el pro de un
aspecto esencial del tema. Se ratifica pues la opinión expresada en la cita.
*La antítesis es la contra; refuta
el planteamiento inicial de la tesis pero sin contradecirlo total y
absolutamente. Se trata de matizar el punto de vista anterior.
*La síntesis: Esta etapa no consiste en
unir o yuxtaponer la tesis y antítesis, sino en llegar a sobrepasar, a superar
las contradicciones u oposiciones de las dos etapas anteriores, haciendo un
balance del pro y del contra.
Se procura, en general, facilitarles
un tema basado en una opinión susceptible de ser debatida dialécticamente.
Toda demostración o idea debe
justificarse aduciendo argumento y ejemplos concretos sacados de la obra
estudiada.
4-Conclusión:
Es
la parte opuesta y complementaria de la introducción (no su repetición)
consiste en:
-resumir en
breves líneas el contenido del desarrollo; lo que equivale a recoger las
síntesis de las ideas expresadas anteriormente.
-definir un
punto de vista personal y global relativo al tema. Para evitar las conclusiones
“cerradas” se aconseja, como punto final de la disertación, ensanchar el debate
planteando un problema nuevo derivado de uno de los aspectos del tema.
5- Quinta fase: Redacción del borrador.
Redactar tan sólo la introducción y
la conclusión. En cuanto al desarrollo sólo se necesita estructurar las ideas,
organizarlas y enlazarlas conforme a un encadenamiento lógico.
6- Sexta fase: Redacción definitiva.
Cuidar la presentación, que debe ser
limpia y clara. Una buena presentación permite visualizar las grandes
articulaciones que conforman el ejercicio escrito (introducción, desarrollo,
conclusión) valiéndose de signos como las comillas (para separarlos) del mismo
modo se destacarán las distintas partes del desarrollo dejando un espacio
blanco entre cada una de ellas.
El párrafo, unidad expresiva, es el
microcosmo de la disertación. Es imprescindible cuidar la forma expositiva
(además de la corrección de la lengua): las mayúsculas, la puntuación, subrayar
los títulos de las obras, etc.
DISERTACIÓN I
Un crítico literario afirma acerca de
la obra Los Heraldos Negros de César
Vallejo “Se aprecia en Los Heraldos
Negros una de las mayores y más penetrantes virtudes de Vallejo: su
esfuerzo como creador verbal, su capacidad para inventar un lenguaje propio
cada vez más alejado de la retórica clásica de su tiempo. Un estilo raro,
distinto, hecho de ritmos bruscos, sorpresas, voces peruanas, formas caóticas cuya inconexión
refleja la búsqueda de otro idioma”. Comparte Ud. esta opinión? Argumente Ud. ilustrando su trabajo mediante
ejemplos.
Disertación resuelta:
Los
Heraldos Negros, es el libro primogénito de César Vallejo que apareció en
Lima hacia 1918. Es una obra en la que ya se distinguen con absoluta nitidez,
los rasgos de una perspectiva creadora que se dará en sus libros posteriores.
En este camino creador, Vallejo tratará de despojarse de la herencia modernista
para forjar una expresión más interior, un verbo entrañablemente suyo. A este
propósito afirma un crítico literario: “Se aprecia en los Heraldos Negros una
de las mayores y más penetrantes virtudes de Vallejo: su esfuerzo como creador
verbal, su capacidad para inventar un lenguaje propio cada vez más alejado de
la retórica clásica de su tiempo. Un estilo raro, distinto, hecho de ritmos
bruscos, sorpresas, voces peruanas, formas caóticas, cuya inconexión refleja la
búsqueda de otro idioma. A medida que utiliza cuantos medios ofrece esta
herencia del Modernismo, Vallejo lo irá moldeando para fines especiales hasta
aparecer como un creador verbal, como un poeta cuyo lenguaje denota la búsqueda
de la propia expresión, utilizando para ello un estilo singular. Ahora bien,
cabrá preguntarnos: ¿si es acertado este juicio en tanto que afirmación de un
proceso de liberación del poeta de la influencia modernista, proceso que nos
deparará la auténtica personalidad Vallejana?
Desde su aparición como poeta,
Vallejo se manifiesta como poseedor de una expresión singular, a la cual no se
sabría calificar de antigua o moderna ya que tanto se relaciona con la
tradición clásica, y tanto también nos ofrece el retrato de una personalidad
original. Una gran cantidad de rasgos relevantes nos indican el esfuerzo de
Vallejo como creador verbal. Me refiero a su constante acento de diálogo. La
intimidad e informalidad que tanto cautivan en los versos de Vallejo provienen
precisamente del dialogo. El uso de un “tú” familiar nos aproxima, como si el
diálogo tuviese lugar en nuestra misma presencia, o como si estuviésemos
escuchando un testimonio. Este procedimiento aparece sobre todo, en los casos
relacionados con Dios y con el amor. El hecho de dialogar con la divinidad era
corriente para Vallejo:
“ Y tú, cual llorarás…
tú, enamorado de tanto enorme seno girador… yo te consagro como Dios, porque
amas tanto; porque jamás sonríes; porque siempre debe dolerte mucho el corazón
(Dios)”
Estos diálogos no solo muestran el
impacto que logra la sinceridad del poeta, sino que, destacan al mismo tiempo
su personalidad creativa:
“Aquella noche de
septiembre, fuiste tan buena para mí… ¡hasta dolerme! Yo no sé lo demás; y para
eso no debiste ser buena, no debiste” (septiembre)
Desde el punto de vista del lenguaje
poético lo que más interesa señalar en los Heraldos Negros es la aparición de
la expresividad cotidiana, no sólo mediante el empleo de fórmulas sacadas del
lenguaje diario, sino sobre todo, por asimilación del ritmo del habla coloquial.
Es esta, creo yo, una de las notas más características del autor y que se
manifiesta ya en el poema inicial de su primer libro:
“Hay golpes en
la vida tan fuertes…yo no sé”
Además en los Heraldos Negros, se
desdibujan ya los temas principales de la obra de Vallejo, que aparece desde el
comienzo como un poeta de la condición humana.
“Y el hombre…
pobre…pobre! Vuelven los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una
palmada, vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como un charco de
culpa, en la mirada” (Los Heraldos Negros).
En esta composición se adelanta ya
una gran parte de lo que será la inconfundible personalidad del poeta: El “yo
no sé” que cierra el primer y último verso del poema inicial repercute por todo
el libro.
Lo importante en Los Heraldos Negros reside en los
elementos enteramente nuevos y que contienen ya toda esa sustancia que
aparecerá en la obra futura de Vallejo. Lo que quizá se nota primero es la
desaparición del decorado exótico de los modernistas, sustituido por un paisaje
más próximo. La atención a lo cercano lleva necesariamente al poeta a un
lenguaje, a un vocabulario mucho más espontáneo. El poema III de la cuarta
parte titulado Nostalgias imperiales
es un vivo ejemplo:
“Como viejos curacas van los bueyes camino de Trujillo, meditando… y al hierro de la tarde, fingen reyes que por muertos dominios van llorando” (III).
La primera actitud Vallejana frente
al lenguaje se amplía más en su forma de tratar los versos, como si para él la
estrofa regular y el verso libre funcionaran en el mismo plano:
“Hay golpes en
la vida tan fuertes… ¡yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante
ellos, la resaca de todo lo sufrido. Se empozará en el alma… ¡yo no sé!”
Se acata una ley estética que al
mismo tiempo no se respeta. El autor en la forma está manifestando su deseo de
libertad, está iniciando otro tipo de cultura que lo va alejando del
Modernismo. El poeta trata, poco a poco, de librarse del yugo de las técnicas
para expresar tan sólo su sentir más inmediato.
En ese lenguaje distinto, rico en
cuanto a expresión, la poesía de Vallejo adquiere un intenso color local. Así,
por ejemplo, los versos de la sección Nostalgias
imperiales, se hallan matizados de voces peruanas:
“Qué estará
haciendo esta hora mi andina y dulce Rita de junco y capulí” (Idilio Muerto)
El encuentro con el ambiente
narrativo significa en Vallejo, una liberación del lenguaje ya que notamos la
nota insuficiente de la retórica heredada de Herrera y Reissis.
Aunque Vallejo no se limite a imitar
a Herrera y a Reissig, como es el caso en la sección Nostalgias imperiales, y esencialmente en Huaco donde la reivindicación antihispana no es tan importante como
el hecho de que el poeta se siente abandonado, aún se percibe en Vallejo la
impronta de Herrera y Reissig, sobre todo en los poemas de temática autóctona.
En dichos poemas Vallejo evoca paisajes y escenas de la Sierra mediante su
propia sensación pero que solo adquieren valor artístico a través de metáforas
propias del poeta uruguayo, quien también tradujo esa función de lobillio. Y lo
indígena:
“Luce el Apóstol
en su torno, luego; y es, entre inciensos; cirios y cantares, el moderno dios
sol para el labriego” (Terceto Autóctono)
Por otra parte, la parte de la obra
de Vallejo que denuncia alguna influencia técnica ajena, es aquella que se
expresa a través del soneto. Por ejemplo, en la sección Truenos, “unidad” tienen en lo meramente técnico, algo de
procedimiento de los sonetos herrenianos.
Es verdad que el poeta peruano tardó
en librarse de los modelos que lo inspiraron; esto se debe a que el autor, sin
romper abruptamente con el Modernismo, se va emancipando de modo lento,
progresivo pero seguro, alcanzando por lo tanto, una expresión personal que le
va alejando de cualquier movimiento literario que hubiera podido darse en
aquellos años.
En suma, entre esa primera etapa
creadora, entre lo tradicional y lo ya personal, se advierte en la lectura de Los Heraldos Negros una búsqueda
progresiva del propio “yo”; se puede notar esta característica en la forma
misma de los versos, los cuales obedecen algunos a las viejas estructuras
métricas mientras que otros se desentienden de ellas. Nota peculiar es también
esa naturaleza de la expresividad en la lengua hablada que tiene gran impacto
en la personalidad progresiva del poeta. La expresión nativa marca un cambio de
rumbo en la inspiración de Vallejo, quien ya no se satisface de la ideología
modernista. Esto nos lleva a decir que el juicio emitido anteriormente es
plenamente acertado, en tanto que Los
Heraldos Negros suponen una gran importancia en la trayectoria poética de
Vallejo, trayectoria que encierra ya los gérmenes de su obra futura.
DISERTACION
II
Según un estudioso, en la obra de
Calderón de la Barca, El Príncipe
Constante, las acciones secundarias están subordinadas a la trama central.
A este propósito afirma que “La combinación de la acción principal con la
intriga segunda de los amores de Fénix que se descomponen de una forma bastante
rara porque hay tres personajes afectados: Muley, Tarudante y, como
potencialmente, Fernando”. ¿Está Ud, de acuerdo con esta afirmación?
Ejemplificar.
Disertación
resuelta:
Calderón, típico autor escritor del
siglo XVII, se halla dentro de las características de la literatura y arte
barroco. Lo que distingue a Calderón es un mayor cuidado constructivo, una más estudiada elaboración arquitectónica. La
primera ley del estilo de Calderón consiste en la concentración de la acción en
torno al tema. En el Príncipe constante,
por ejemplo, se verifica la presencia de acciones secundarias supeditadas a un
eje central. Se afirma a propósito de esta obra que “La combinación de la
acción principal con la intriga segunda de los amores de Fénix que se
descomponen de una forma bastante rara porque hay personajes afectados: Muley,
Tarudante y como potencialmente, don Fernando.” La vida amorosa de Fénix es
compleja; tres hombres la cortejan: Muley, Tarudante y posiblemente don Fernando.
La relación sentimental que une cada uno de éstos a Fénix queda vinculada al
desarrollo de la acción principal. Ahora bien cabría preguntarse hasta qué
punto la aseveración formulada por el crítico es certera.
La vida sentimental de Fénix, la
principal protagonista femenina (y casi la única por así decirlo ya que las
demás figuras femeninas sólo cumplen una función de relleno) es bastante
compleja. Sus amores se reparten en la obra entre tres personajes. La intriga
amorosa oficial la constituye la pareja Fénix-Muley. Los dos viven un amor
correspondido fácil de comprobar. En la quinta escena del primer acto, Muley
vuelve de su expedición bélica, saluda a Fénix y en un aparte aprovecha para
hablarle de su amor: “Y fue a serviros, y viene”/ tan amante como fue.” En la
sexta escena del mismo acto Fénix afirma:
“Muley, aunque
mi deseo/licencia de amarte dio”.
Se trata pues de un amor compartido. Sin
embargo, no se sabe muy bien el por qué del mantenimiento en secreto de tales
relaciones sentimentales. Siendo Muley el sobrino del rey y además el general
de su ejército no hay nada que, apartemente, se oponga a su casamiento con la
bella princesa.
La petición de mano hecho por
Tarudante, rey de Marruecos, es aceptada pasivamente por parte de Fénix. Esto
dará lugar a la formación de una nueva pareja constituida por Fénix-Tarudante.
En ningún momento de la obra vemos a
Muleyo o a Fénix luchar abiertamente por su amor. Su actitud de rechazo sólo se
transparenta en unas meras lamentaciones, o en una escena de celos por parte de
Muley.
La alusión a un posible
entendimiento amoroso entre Fénix y Fernando queda muy ambigua. Calderón no nos
ofrece en la obra datos concretos que confirmen con seguridad la existencia de
tales relaciones. Sin embargo, hay pasajes a través de los cuales el lector
puede sentir esta misteriosa relación. En la escena del jardín, escena catorce,
acto segundo, don Fernando ofrece unas flores a Fénix:
“¿Qué flor, di,
no es maravilla/ Cuando te la sirvo.” La entrega de este ramo podría ser
considerada como una ofrenda amorosa. La dimensión sentimental es una
posibilidad que no podemos eliminar del todo.
Cada una de estas relaciones
sentimentales va combinada con la acción principal. Si tomamos a la pareja
formada por Fénix y Muley comprobaremos que su historia de amor está vinculada
a la historia principal protagonizada por el infante don Fernando. Después del
enfrentamiento de Muley y su ejército contra las tropas portuguesas, escena
undécima, acto primero, el general moro es capturado por don Fernando, mas al
contarle Muley su pena amorosa, el príncipe portugués le permite marcharse. La
libertad del cautivo enamorado es, en esta ocasión, el tema elegido por
Calderón para destacar los valores morales de don Fernando. A través de su
diálogo con Muley, comprobamos que el lusitano príncipe se caracteriza por su
aspecto humano:
“Vuélvete,
y dile a tu dama
que
por su esclavo te ofrece
un
portugués caballero;
y
si obligada pretende
pagarme
el precio por ti,
yo
te doy lo que me debes:
cobra
la deuda en amor
y
logra tus intereses”
El hecho de destacar este rasgo
humano en personalidad de don Fernando dará lugar a una mejor identificación
después. Don Fernando no declina su identidad a Muley, se limita a considerarse
“un hombre noble, y no más”; al resaltar su condición de hombre, don Fernando
se caracteriza por su voluntad de llegar al límite de sí mismo. Este se destaca
también por su ideal de generosidad: “Generosa acción es dar / y más la vida.”
(Escena undécima, acto primero). Esta sentencia se proyecta en un futuro: don
Fernando llegará a dar su propia vida. Al perdonar Fernando a Muley, se
establece entre los dos unos lazos de perdurable amistad. Lo que dice Muley en
una parte es bien significativo:
“Espero que he
de pagarte / algún día tantos bienes” (escena undécima, acto primero).
Y efectivamente Muley tendrá ocasión
de probar su gratitud a Fernando. Gracias a esta amistad, Muley podrá, al final
de la obra, recobrar la esperanza y realizar al fin sus sueños casándose con
Fénix: el poder sobrenatural de Fernando permitirá restablecer una unión que
estaba predestinada a morir. Dice don Alfonso en la escena final del acto
tercero:
“…,
y te pido
que
aquí con Muley la cases,
por
la amistad que yo sé
que
tuvo con el infante.”
Así pues, el devenir de la intriga
amorosa de Fénix y Muley queda supeditada a la acción principal.
La historia de Fénix y Tarudante
también estará combinada a la acción principal. Tarudante representa una
constante amenaza para los amores de Fénix y Muley; este hecho dará lugar, como
ya se ha dicho anteriormente, a la intervención indirecta de Fernando que
tendrá por fin la “eliminación” del antagonista de Muley. Por otro, la petición
de mano de Tarudante le dará a éste poder para llevarse consigo a su esposa a
Marruecos. Este viaje, escena X, acto tercero, es el pretexto que toma Calderón
para que se lleve a cabo la captura de Fénix, hecho que permitirá realizar su
canje por el cadáver del príncipe portugués. La combinación de esta acción con
la principal es pues inminente. Se unifica la intriga con el destino del
protagonista Fernando.
Si pretendemos ver la presencia de
un hecho amorosa entre Fénix y Fernando, esta relación sólo tendrá como fin
apoyar el estudio del temple y virtud del protagonista. Por su amistad a Muley,
don Fernando dice en la cuarta escena del segundo acto:
“Si
Fénix su pena es,
no
he de competirla yo”
Al resistir la tentación amorosa
inspirada por la belleza de Fénix, el personaje de don Fernando se recorta con
más fuerza dentro del cauce de la obra: se aumente su santidad, estado último
del príncipe portugués.
La intriga segunda de los amores de
Fénix no es, sin embargo, más que un subterfugio para estudiar con más
profundidad el personaje de Fénix y así, poder compararlo al del personaje
principal, don Fernando.
Fénix es, aparentemente una mujer
que lo posee todo: riqueza, hermosura, etc. Su amor por Muley es compartido y,
sin embargo, siempre se la ve melancólica. Fénix es pedida en matrimonio por
Tarudante, este hecho no causa en ella ningún pesar profundo:
“Pues ¿qué culpa
habré tenido
de que mi padre
lo trate?” (Escena quinta, acto primero)
La expresión pública de los celos de
Muley permiten destacar el tema de la inconstancia de las mujeres, tema que se
contrapone directamente con el tema principal de la obra: la inconstancia de Fénix
es el contraste dramático de la figura constante de Fernando. Al proponer don
Alfonso el canje de Tarudante, Muley y Fénix por don Fernando, e rey de Fez
vacila un instante. Fénix reprocha duramente la postura de su padre. Fénix se
comporta egoístamente, no piensa ni en su prometido Tarudante ni en su antiguo
amante Muley:
“¿Qué
es esto, señor? Pues viento
mi
persona en este trance,
mi vida en este peligro,
mi vida en este peligro,
mi
honor en este combate,
¡dudas
qué has de responder! (escena XIII, acto III)
Este egoísmo personal permite
destacar con más fuerza la generosidad de don Fernando que no duda en renunciar
a su propia vida. En la escena VII del acto III, enfermo y tullido, Fernando
pide a Fénix que se apiade de él. Ésta, horrorizada pretende alejarse de él. La
réplica del príncipe se hace esperar:
“Señora,
es bien que sepáis
aunque
tan bella es juzgáis
que
más que yo no valéis,
y
yo quizá valgo más”
De nuevo se resaltan grandes
diferencias entre Fénix y don Fernando. Calderón otorga a ésta los rasgos
simbólicos de la belleza vana y pasajera mientras deja prever el triunfo de la
hermosura espiritual del cristianismo: aún muerto, don Fernando será capaz de
concederle la libertad a Fénix.
La intriga segunda de los amores de
Fénix está combinada a la acción principal, si bien el vínculo más estrecho lo
constituye Fénix, personaje que podríamos calificar como la viva antítesis de
don Fernando, la senda comparación entre ambos permitirá ensalzar los valores
positivos del cristianismo.
Los amores de Fénix dan lugar a tres
historias de amor, cada una de las cuales tendrá por función realzar, directa o
directamente el carácter virtuoso de don Fernando. Tal técnica teatral, es
decir, la subordinación de los elementos dramáticos a un motivo central, se
ajusta a los principios barrocos. La aseveración propuesta por el crítico
acerca de la combinación de la acción principal con la intriga segunda de los
amores de Fénix nos parece pues acertada; ahora bien, teniendo en cuenta que
las obras de Calderón los protagonistas se destacan a costa de los demás
personajes, el personaje de Fénix cumplirá perfectamente con su función; en
este caso la historia de sus amores tendrá por misión reflejar sus “defectos”
para contraponerlos de este modo a las cualidades de don Fernando. Al contrario,
de Lope de Vega, comprobamos que Calderón se caracteriza por la perfecta
arquitectura dramática de sus obras. Calderón no improvisa, podemos afirmar,
sin riesgo alguno, que la elaboración de su obra dramática se halla presidida
por la meditación y el estudio.
DISERTACIÓN
III
Un estudioso de la obra vallejiana
afirma lo siguiente acerca del primer poemario del autor: “A pesar de los
elementos modernistas de muchos poemas de su primer poemario Los Heraldos Negros, César Vallejo
revela desde el principio el anhelo de expresar de una manera original su
propia visión del mundo, evitando de imitar la tradición poética imperante y
empleando todo elemento que traduzca fielmente sus sentimientos más íntimos”.
¿Qué opina Ud. de esta aseveración?
Disertación resuelta:
El Modernismo no fue, según Max
Henríquez Ureña, una escuela, sino un movimiento que tendió a la renovación de
la forma literaria y el libre desarrollo de la personalidad del escritor sin
ponerle normas.
Cada poeta de la época modernista
era una ilustración de otro pensamiento y de otra expresión teórica dentro del
complejo del modernismo. Así, por ejemplo, Amado Nervo (1870-1919) consideraba
la poesía como un absoluto fuera del tiempo y del espacio (rechazaba para ella
toda localización y toda actualización). Para Leopoldo Lugones (1874-1938) la
misión del poeta es hacer un buen verso que enriquezca el idioma y lo renueve
con imágenes nuevas y hermosas. César Vallejo (1892-1938) sin seguir ciegamente
esta línea de pensamiento estético que va desde Darío y que llega a nuestros
días, supo asimilar dentro de ésta, las influencias modernistas para expresar
su propia visión del mundo. A propósito de esto, dice un crítico: “A pesar de
los elementos modernistas de muchos poemas de su primer poemario Los Heraldos Negro, Cesar Vallejo revela
desde el principio el anhelo de expresar de una manera original su propia
visión del mundo, evitando de imitar la tradición poética imperante y empleando
todo elemento que traduzca fielmente sus sentimientos más íntimos” ¿Es acertado
este juicio?
En la primera parte de Los Heraldos Negros, titulada Plafones ágiles, César Vallejo utiliza
ciertos rasgos que con frecuencia suelen darse en las producciones modernistas.
Efectivamente, en el Modernismo se da
una riquísima exhibición de primores, pues se habla de piedras preciosas y de
gemas, se elogia el oro, se describen esculturas. Los personajes que tocan los
modernistas viven por lo común, rodeados de lujo aspirando delicados perfumes y
visten trajes elegantes.
Así, por ejemplo, en Deshojación sagrada, poema típicamente
modernista que nos habla de la emoción que siente el poeta ante la presencia de
la luna en el cosmos, César Vallejo sugiere globalmente varias cosas tales
como: valores colorísticos (roja corona, sombras gualdas, vino azul); valores
de preciosidad (la corona en sí es ya un objeto precioso, las esmeraldas); el
poeta trata de dar una forma material de la tristeza dulce de Cristo
transformando de este modo la estatua en algo inmaterial. Todo esto demuestra
perfectamente las ambiciones de la estética modernista que existía en el primer
Vallejo:
“!Luna!
Corona de una testa inmensa,
que
te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja
corona de un Jesús que piensa
trágicamente
dulce de esmeraldas!
Bien sabido es que la más profunda
característica que se ha atribuido al Modernismo americano es la evasión: el
poeta se evade de un mundo que para él no contiene belleza y busca asilo en un
mundo que encierra un marcado saber exotista. Del mismo modo, Cesar Vallejo
huye en algunos de sus temas a épocas que contienen más significado poético y
encanto artístico para él: a los fabulosos reinos de la pompa oriental, a Asia,
a Palestina. Vallejo también sueña con joyas y música y eternas obras de arte.
El soneto Nochebuena da un ejemplo típico de la modalidad modernista; en él,
el poeta añora la vuelta de la amada sufriendo un ambiente de final de fiesta
que es típico del Modernismo.
“Al
callar la orquesta, pasean veladas
sombras
femeninas bajo los ramajes,
por
cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras
de luna, pálidos celajes.”
En Nervazón de Angustia, se observa igualmente la temática modernista
a través de un tema cultural occidental que en este caso parece ser bíblico, a
través del exotismo que exige una ambientación lejana; en este caso se trata de
Palestina.
“Dulce hebrea,
desclava mi tránsito de arcilla; desclava mi tensión nerviosa y mi dolor...
Desclava, amada eterno, mi largo afán y los dos clavos de mis alas y el clavo
de mi amor!”
Sin embargo, en este mismo poema ya
empieza a desdibujarse el poeta que trata de romper con ese universo creado por
la imaginación.
“Son
las ocho de la mañana de un crema brujo… hay frío… Un perro pasa royendo el
hueso de otro perro que fue… Y empieza a llorar en mis nervios un fósforo que
en cápsulas de silencio apagué!”
La presencia realista dentro de un
poema idealista (presencia de este frío y de este animal que no tiene nada de
poético) denota que Vallejo está aquí en un choque de una cultura y de las
experiencias de un ser fundamental.
A pesar de los elementos ya citados,
César Vallejo intenta de una manera original, expresar su propia visión del
mundo. En su poema liminar Los Heraldos
Negros, poema netamente modernista en muchos aspectos, se acata una ley
estética y al mismo tiempo no se respeta: el autor en la forma está
manifestando su deseo de libertad que le aleja del Modernismo:
“Hay
golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes
como del odio de Dios; como si ante ellos
la resaca de todo lo sufrido
la resaca de todo lo sufrido
se
empezara en el alma… Yo no sé!”
Es una estrofa que presenta cierta
libertad. Hay una falta de regularidad en la métrica: tenemos dos versos
alejandrinos y dos endecasílabos. La expresión casi popular denota la presencia
del Vallejo más auténtico que es el poeta del sentimiento y del vacío
existencial. Vallejo no vacila en utilizar todo elemento que traduzca fielmente
sus sentimientos más íntimos sin que por ello tenga que recurrir a la estética
modernista. En el verso siguiente: “en el rostro más fiero y en el lomo más
fuerte”, la palabra “fiero” tiene un matiz culto que no está en la palabra
“lomo”; estamos aquí en presencia del doble Vallejo: se observa la necesidad
rítmica impuesta por la poesía, y el Vallejo que no se retrotrae ante una
palabra tan vulgar como “lomo”.
A lo largo de la poesía de Vallejo
se deja sentir la presencia de un hablante que expresa su sentido trágico de la
vida. En Septiembre, cuarto poema de
la tercera parte de Los Heraldos Negros
titulada De la tierra, la poesía
versa sobre anécdotas e impresiones de la vida íntima y personal expresadas por
el mismo Vallejo. La nota modernista es menos acentuada en esta poesía
primeriza en que todo parece pura anécdota sin mayor trascendencia y donde, sin
embargo, se asoma, tanto en lo sintáctico como en lo semántico, esa
insatisfacción vital del destino que tanto caracteriza la personalidad Vallejana.
“Aquella
noche de septiembre, fuiste
tan
buena para mí… hasta dolerme!
yo
no sé lo demás; y para eso,
no
debiste ser buena, no debiste
Aquella
noche sollozante al verme
hermético
y tirano, enfermo y triste.
Yo
no sé lo demás… y para eso
Yo
no sé por qué fui triste… tan triste…
En Nostalgias Imperiales, cuarta parte de Los Heraldos Negros, los elementos autóctonos hacen su entrada en
la poesía de Vallejo. El indigenismo es, para los poetas que siguen la
corriente modernista, nostalgia de un estado pretérito, de un ayer abolido, y
por eso mismo resplandeciente con el prestigio de los paraísos perdidos. El
indigenismo de Vallejo es indiscutible. Sin embargo, esto le separa de la
corriente modernista ya que el poeta tiene una manera original de expresar su
propia visión del mundo.
Así, Huaco es un poema que está enmarcado entre dos mundos: el mundo
modernista y el mundo ambicioso de la vida de Vallejo que está más cerca de las
preocupaciones. Vallejo ya no es el bohemio parisino, ya no es el poeta
modernista que se concibe así mismo como maldito que desea vivir únicamente en
un mundo sensorialista. El canto en Huaco
cobra un tono netamente americano. El poeta asume, no solo la condición del
indígena humillado, sino una especie de dolor universal.
“Yo
soy el coraquenque ciego
que
mira por la lente de una llaga,
y
que atado está al Globo,
como
a un huaco estupendo que girará”
A guisa de conclusión para estas
apuntaciones, debe decirse, aunque parezca mera repetición, que en la mayoría
de los poemas de Los Heraldos Negros,
se observa un cambio de rumbo en la inspiración de Vallejo que ya no se
encuentra a gusto en el mundo modernista. Si en varios de sus poemas se
conserva aún algo de la tradición modernista, esto es debido al hecho de que un
poeta necesita tiempo para librarse de los modelos que dejaron en él una
huella. El tema del dolor hondo, y que demuestra la personalidad del poeta, es
el elemento más fundamental ya que remite al dolor existencial de Vallejo.
La poesía que producen los
modernistas es una poesía sin raíces autóctonas, basadas no en la experiencia
del mundo suyo, sino en literatura y tradiciones completamente ajenas a su
propia realidad; Vallejo por el contrario tiene su propia visión del mundo:
aunque conserve algo de la tradición modernista, se puede decir que se abre al sentimiento
de solidaridad con su mundo y de fraternidad con sus hermanos de raza: Vallejo
ha encontrado la realidad inca. Por lo tanto, podemos decir que el juicio
anterior es bastante interesante y acertado por cierto, ya que define muy bien
la personalidad del autor.
DISERTACIÓN IV
Martínez de la Rosa piensa
que el romancero español es, en realidad, la poesía nacional de España. ¿Está
Ud. de acuerdo con esta aseveración?
Disertación
resuelta:
Se designan con el nombre de
romances unas composiciones de carácter épico-lírico, en general breves,
compuestas originariamente para ser cantadas al son de un instrumento o
recitadas con acompañamientos de éste.
Varios países europeos poseen
narraciones épico-líricas semejantes a las de España como podrían ser las viser
de Suecia y Dinamarca, las baladas inglesas y escocesas, etc., y, sin embargo,
en su conjunto, el romancero castellano posee unos matices inconfundibles que
lo diferencian de todos los demás romances. A propósito de esto, Martínez de la
Rosa afirma que el romancero español es, en realidad, la poesía nacional de
España. ¿Es acertado este juicio?
Los romances viejos fueron
compuestos durante el siglo XV y la primera mitad del XVI. Aunque varios
pueblos europeos cultivaron por aquella época el mismo género literario, esto
no significa que las canciones épico-líricas hubieran tenido un origen, más o
menos análogo.
Es una forma más o menos degenerada
y ruda. El romance ha sido en todo tiempo la expresión preferida del pueblo
para cantar los hechos que de modo más vivo han herido su imaginación. El sello
característico que distingue al Romancero es su fuerte vinculación con la
poesía heroica. Mientras los otros países europeos, con la llegada del
Renacimiento dejan de lado la tradición épica
orientan sus producciones por el camino de la antigüedad clásica que le
marcaban las nuevas tendencias, España conserva toda aquella vieja tradición
popular y épica, dándole una nueva vida en el seno de su romancero. Por ejemplo,
el romance del caballero leal zamorano
de Vellido Dolfos, que se salió de Zamora para con falsedad hacerse
vasallo del rey don Sancho, deriva del “Cantar del rey don Sancho”. Este romance
es de los más viejos conocidos; ya se le cita como tradicional en el siglo XV:
Sobre el muro de Zamora
vide un caballero erguido
al real de los
castellanos
decía con grande grito:
-¡Guarte, guarte, rey don
Sancho
no digas que no te aviso
que del cerco de Zamora
un traidor ha salido:
Vellido Dolfos se llama,
Hijo de Dolfes Vellido.
Si grn traidor fue su padre,
Mayor traidor es el hijo.
Estos fragmentos desgajados exigían del juglar algún retoque con lo que
fue extendiéndose la práctica entre aquellos de refundir con gran libertad el
texto de las gestas primitivas introduciendo elementos más líricos y
subjetivos. Así, los fragmentos preferidos fueron adquiriendo cada vez mayor
sustantividad e independencia hasta convertirse en la nueva versión de los
romances. De este modo se aseguró la perennidad de una multitud de héroes que
representan la vieja epopeya nacional. Así, por ejemplo, Bernardo el Carpio
representa la aportación leonesa al gran retablo de la épica nacional, y en
torno a su figura legendaria se agrupan acontecimientos, por ejemplo, el
romance en que Bernardo impide que el rey Alfonso ceda su reino a Carlomagno.
Con los mejores
de Asturias,
sale de León
Bernardo,
puestos a punto
de guerra
a impedir a
Francia el paso
que viene a usurpar
el reino
a instancias de
Alfonso el Casto,
como si no
hubiera en él
quien mejor
pueda heredallo.
Existen otros romances que no se basan ni en las antiguas gestas ni en
las crónica, sino en la misma realidad aunque, más o menos poetizada. Merecen destacarse
los romances inspirados por la figura del rey don Pedro el Cruel.
Igualmente se distinguen los romances fronterizos por su extraordinaria
importancia y por su característica de ser fundamentalmente históricos. En su
mayoría, estos romances fueron compuestos durante la última etapa de la
Reconquista en las fronteras de los reinos moros, con preferencia en el de
Granada. Estos romances constituían una auténtica información; así, se
continuaba la tradición medieval de componer relatos poéticos para contar al
pueblo los sucesos que interesaban a toda la colectividad. El tema principal de
estos romances son episodios de guerra consistentes en sorpresas, en
arriesgadas incursiones que se producen generalmente, en torno a un personaje
heroico. Destacan entre éstos los mismos reyes de Castilla y de Granada, el
Maestre de Calatrava y muchos otros. Así, por ejemplo, tenemos al romance
antiguo y verdadero de Álora, la bien cercada que fue escrito a raíz del suceso
que se relata: yendo en mayo de 1434, el rey Juan II de Aguilafuente a
Castilnovo, le llegaron dos mensajes sucesivos anunciándole la alevosa herida
en el rostro recibida por el adelantado Diego de Ribera al combatir el Castillo
de Álora y noticiándole después la muerte consiguiente. Estas nuevas de la
frontera circulaban por todo el país en forma de romances:
Álora la bien cercada
tú que estás en par del río
cercóte el Adelantado
una mañana en domingo
de peones y hombres de armas
el campo bien guarnecido;
con la gran artillería
hecho te habían un portillo.
Entre los romances fronterizos se dan, también, los romances moriscos
que poseen un particular interés. Estos romances encierran una gran
significación nacional. Junto a los héroes cristianos, aparecen también los
héroes musulmanes que son tratados con manifiestos sentimientos de
consideración. Junto a las respetuosa compasión
por las desgracias del vencido, se admiran sus costumbres refinadas.
Entre los romances que aluden a la
guerra de Granada, está la elegía a la pérdida de Alhama:
Paseábase el
moro
por las ciudad
de Granada
desde la puerta
de Elvira
hasta la de
Vivarrambla.
Cartas le fueron
venidas
Cómo Álhama era
ganada.
¡Ay de mi Álhama!
En las baladas inglesas aparecen
figuras de claro valor representativo con el generoso forajido Robin Hood pero,
según Menéndez Pidal “no tienen por fondo el gran suceso histórico como los
romances españoles”.
El Romancero es una genuina
manifestación del género literario sin equivalencia en ninguna otra literatura.
el Romancero encarna altamente el sentido nacional de los pueblos modernos, por
lo cual podemos decir que los romances constituyen la poesía nacional de España
por excelencia.
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