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                                      EL ROMANTICISMO


MARCO HISTÓRICO. SIGLO XIX.


          El siglo XIX se abre con la guerra de la Independencia (1808-1814) y termina con el desastre de 1898. Ocupan la jefatura del Estado Fernando VII (1814-1833), Isabel II (1833-1868), derrocada por la Revolución de 1868 "La Gloriosa". Como consecuencia de la guerra de la Independencia, y durante estos reinados, se emanciparon casi todos los países americanos.
          Suceden la mediocre regencia del general Serrano (1869-1870) y el indeciso reinado de Amadeo I (1871-1873). Se abre el insatisfactorio paréntesis republicano (1873-1874) y al que sigue la Restauración de la dinastía borbónica con Alfonso XII (1875-1885) hijo de Isabel II. Muerto el rey, su esposa doña María Cristina asume la regencia, hasta 1902, en que comienza el reinado de Alfonso XIII. Durante este último periodo, en 1898, y en guerra contra los EEUU, España pierde sus últimas colonias.

MARCO SOCIOCULTURAL.


         El reinado de Fernando VII se abre con seis años de rígido absolutismo y continúa con un periodo liberal de Tres años, impuesto por el levantamiento de Riego (1820). Pero lo clausura la intervención de la Santa Alianza europea. El de Isabel fue perturbado por las guerras carlistas, que impidieron todo progreso y ensangrentaron el país. Sólo la Restauración produjo una cierta pacificación de los espíritus, aunque no dio solución a los graves problemas españoles, y desembocó en la derrota del 98.
        Las tensiones políticas fueron entonces enormes entre las clases conservadoras, que defendían sus privilegios, y los liberales, que pretendían abolirlos. Por otra parte, hacen aparición en la historia las reivindicaciones obreras, con movimientos de signo socialista y anarquista, y su cortejo de huelga y atentados.
       España ofrece el espectáculo de un país inmaduro que trata de asimilar, con demasiada violencia y agresividad, doctrinas políticas, sociales y culturales que se han gestado fuera de ella, pero que son imprescindibles para el progreso. Aún se siente primera potencia, aunque ha perdido, en tiempos de Fernando VII, sus territorios americanos. La guerra de 1898 vino a sacarla, momentáneamente, de su trágica inconsciencia.

PRIMERA MITAD DEL SIGLO. EL ROMANTICISMO:


      El Romanticismo es un movimiento cultural y político que se desarrolla en la primera mitad del siglo XIX, y que afectó a toda Europa y América.
      Se gesta en el llamado Prerromanticismo dieciochesco el cual reacciona contra el Neoclasicismo. La razón, que tantos bienes prometía, no ha eliminado los problemas de los hombres; estos, no solo son "razonables": poseen también sentimientos, emociones, fantasías, ideales y tienen derecho a expresarlos.
     Y esto no puede hacerse con reglas y ataduras, sino con libertad. No importa que las obras sean menos "perfectas" y "regulares" si, en cambio, conmueven y emocionan. La libertad en arte, pero también en política, será la gran consigna romántica.

1) ESPAÑA, PAÍS ROMÁNTICO:


         Antes aún de que el Romanticismo se implantara en España, muchos románticos europeos habían descubierto que España era un país romántico. Y ello porque:


  • Su literatura del Siglo de Oro había sido rebelde a las reglas.
  • El Quijote propone un modelo de caballero que lucha por el ideal sin arredrarle la hostilidad del mundo: es también un "héroe romántico".
  • El Romancero aporta el testimonio de una Edad Media heroica y caballeresca.
  • Los paisajes agrestes de España, las ruinas de templos y monasterios atraen a escritores, pintores y granadores, como estímulos que son para su imaginación.
        España fue uno de los países preferidos por los románticos europeos. Pocos habrán que no hayan escrito un libro sobre España. Los alemanes de distinguieron por este entusiasmo por todo lo hispánico, invocando como lejanos modelos dignos de imitar, junto a Shakespeare, a Lope y Calderón.

2) LITERATURA ROMÁNTICA EUROPEA:


  • El Romanticismo se manifestó primeramente en Inglaterra, que cuenta con un extraodinario poeta lírico, Lord Byron (1788-1842), y un narrador excepcional, Walter Scott (1771-1832), autor de novelas históricas que triunfan en toda Europa y ponen de moda este tipo de relatos.
  • También en Alemania triunfó pronto el Romanticismo, que contaba con el precedente de Goethe.
  • En Francia, el triunfo del Romanticismo fue absoluto. A este movimiento se incorporaron famosos escritores como el lírico Lamartine. La figura principal de esta época es Victor Hugo (1802-1885) novelista (Nuestra Señora de París, los miserables); el estreno de su drama Hernani (1830), de tema español, dio como ocasión una auténtica batlla entre clasicistas y románticos, y decidió el triunfo de estos.

3) NACIONALIZACIÓN DE LAS TENDENCIAS ROMÁNTICAS:



        En un principio, los románticos españoles reflejan la influencia extranjera, pero pronto se dan cuenta de que para ser hombres de su época les basta con volver los ojos a su propia literatura, que precisamente había servido de base a los escritores que tratan de imitar. De ahí que Menéndez Pidal pueda decir que el Romanticismo español, más que una revolución, es una restauración.

      Podría sintetizarse el Romanticismo español en los siguientes nombres: el duque de Rivas y Zorrilla como poetas legendarios y dramáticos; Espronceda, Bécquer y Rosalía de Castro como grandes líricos y Mariano José de Larra como prosista.


4) PENETRACIÓN DEL ROMANTICISMO EN ESPAÑA:


        El movimiento romántico penetra en España por Andalucía y Cataluña.

  • Efectivamente, el cónsul alemán, Juan Nicolás Böhl de Faber (padre de la novelista Fernán Caballero), defendió, en un peroódico gaditano (1798-1799), la comedia española de los Siglos de Oro, contra los neoclasicistas. La resonante polémica que ello originó hizo que se difundiera la ideología romántica.


  • La revista barcelonesa "El Europeo" (1823-1824), combate el Neoclasicismo, en nombre de principios románticos moderados.
  • El Romanticismo triunfa en España por acción de los españoles que vuelven del exilio después de la guerra de la Independencia y el gobierno absolutista de Fernando VII, en 1833,  que traían consigo las nuevas ideas literarias que imperaban en Inglaterra y Francia.

5. DEFINICIÓN DEL ROMANTICISMO:


      "El Romanticismo como movimiento literario, puede relacionarse con su sentir general que fue una reacción en la vida y la política contra toda sujeción. El Romanticismo fue para la literatura lo que la revolución para la vida social y política. Fue una exaltación del individualismo y del sentimiento. En la literatura fue la protesta contra las reglas y la moral neoclásicas; la personalidad libre del escritor frente a las normas y a todos los valores establecidos" en Historia de la literatura española e hispanoamericana, Ángel Valbuena Prat.



      El Romanticismo tuvo su apogeo en la primera mitad del siglo. Frente a las ideas "filosóficas" y racionalistas del Neoclasicismo, los pensadores y los artistas afirman los derechos del sentimiento, de la fantasía, de las fuerzas irracionales del espíritu.

6. CARACTERÍSTICAS DEL ROMANTICISMO.


     Los artistas románticos son fuertemente subjetivos  exaltados. Sus anhelos, desmesurados, chocan contra la realidad y se sienten fracasados. Muchos no pueden resistir el fracaso y se suicidan.
     Su actitud contra el Neoclasicismo se manifiesta en los siguientes rasgos:


  • Los temas suelen ser terribles, trágicos.  
       Ya considerando a los modelos, se va a ver una escuela totalmente opuesta a la escuela neoclásica:
       
        a) La intimidad del autor:
            Es el tema capital de la literatura romántica. El autor en las páginas que escribe, da el primer lugar a su "yo". Sus obras están marcadas por el subjetivismo; en ellas se expresa el alma exaltada del autor, cuas ansias infinitas chocan con los límites que les impone la realidad. Esos anhelos son de amor, pero también de justicia social, de añoranza del tiempo ido, de deseos de felicidad frustrados, etc.
      b) La fuga del mundo circundante:
          El choque entre lo que el romántico desea y lo que el mundo le permite, produce un insufrible desaliento, que, o bien conduce al suicidio, o a una evasión de la realidad, mediante el refugio de la imaginación en épocas pretéritas. Los neoclásicos habían preferido, como edad perfecta, la Antigüedad grecorromana.
     c) El Nacionalismo:
         En oposición al internacionalismo dieciochesco, se exalta ahora lo peculiar de cada país, de cada territorio. Fruto de ello será la preferencia por los temas legendarios e históricos de cada país.
     d) La incorporación del paisaje:
         Frente al desinterés del Neoclasicismo por el paisaje, este es asociado por el autor a sus estados de ánimo. Y, según sea éste, la Naturaleza se muestra melancólica, triste, tétrica, turbulenta.
     e) La oposición a toda norma:
         En la creación artística, los neoclásicos, además de la regla de las tres unidades en el teatro, observaban otras. como estas: los géneros no debían mezclarse; cada uno de ellos tenía sus reglas propias; al escribir, debían mantenerse la moderación u el buen gusto.
        Los románticos mezclaron los géneros; combinaron verso y prosa en muchas obras; dentro de los poemas, variaban los metros; y, en novelas y dramas, volvieron a reunir lo cómico y lo dramático.


7. LOS PRINCIPALES AUTORES ROMÁNTICOS ESPAÑOLES:

       
        Adscritos al movimiento romántico, contamos con importantes escritores:

A- LÍRICOS ROMÁNTICOS:

         
        Los principales líricos románticos fueron:

 a) José de Espronceda:

        Nació cerca de Almendralejo (Badajoz, 1808). Desde su juventud participó en la lucha revolucionaria contra el absolutismo de Fernando VII. Se exilió para combatir desde allí la política absolutista, y vivió en Londres y en Paris. Amó exaltadamente a Teresa Mancha. Regresó a Madrid en 1833 y fue elegido diputado. Murió en 1842.

Su obra:
      Rindió también tributo a la moda de la novela histórica: El castellano de Cuéllar. Espronceda es, con todo, un poeta lírico. Destacaremos en su producción las poesías sueltas, que reunió en un tomo, en 1840, con el título de Poesías; y dos célebres poemas:  El estudiante de Salamanca y El diablo mundo.

     Espronceda representa, dentro de la lírica española, el romanticismo exaltado, políticamente rebelde. Otros dos grandes líricos que estudiaremos a continuación, Becquer y Rosalía, y que escriben treinta años más tarde, cultivan un romanticismo doliente e íntimo.

b) Gustavo Adolfo Bécquer:

       Sevillano (1836). Sus padres murieron cuando era niño y fue educado por su madrina, dama culta y sensible. Inició sus estudios de Náutica. Marchó a Madrid a los dieciocho años para dedicarse a la literatura, y pasó increíbles penurias. Sufrió contrariedades amorosas; su matrimonio fue un fracaso. Escribe en los periódicos, obtiene empleos y los pierde: arrastra una vida bohemia y desilusionada. Murió en 1870.

Su obra en prosa:
       Bécquer es, quizá, el máximo lírico español del siglo XIX. Pero fue también un extraordinario prosista.
  • Escribió en prosa sus celebérrimas Leyendas
  • También están escritas en prosa las Cartas desde mi celda, conjunto de crónicas compuestas por él durante una estancia de reposo en el Monasterio de Veruela.
  • Las Rimas: pero la fama de Bécquer se funda especialmente en las setenta y nueve rimas que compuso: poesías breves, en general, de métrica bastante variada.

c) Rosalía de Castro:

       Nació en Santiago de Compostela (1837). Componía versos desde niña. Vivió en Madrid y contrajo matrimonio a los veintiún años. Con su esposo, se instaló en Galicia  pasó penurias económicas: su vida no fue feliz. Murió en 1885.

  • Cultivó también la prosa, con algunas novelas, entre las que destaca El caballero de las botas azules de intención filosófico y satírica.
  • Pero Rosalía fue una excepcional poetísa lírica famosa por tres libros, dos escritos en gallego (Cantares gallegos y Follas novas) y uno en castellano (En las orillas del Sar).
       Rosalía de Castro, que tanto había influído en grandes poetas posteriores, es uno de los más firmes valores literarios. Amó a su pueblo, clamó contra la injusticia y el dolor, proclamó su fe y alcanzó a hacerlo con sinceridad, hondura  belleza.

B) AUTORES DRAMÁTICOS:


a) Ángel Saavedra, duque de Rivas (1791 - 1865):
       
       Nació en Córdoba. Fue herido en la guerra de la Independencia; militó en el partido liberal, y, condenado a muerte por sus actividades políticas durante la revolución de Riego. Huyó de Inglaterra en 1823. De allí, pasó a Malta, y más tarde a Francia, de donde regresó a España al cabo de diez años de destierro que le sirvieron para conocer el movimiento romántico europeo. El resto de su vida, desaparecidos ya los ímpetus revolucionarios juveniles, será de signo conservador. Adscrito al partido liberal moderado, hereda el título de Duque, desempeña los cargos de ministro, senador y embajador en Nápoles y dirige la Real Academia Española de la Lengua.
  • Los comienzos neoclásicos en España:
      El Duque de Rivas inició su carrera literaria dentro de los cauces señalados por el Neoclasicismo. La huída de España determinó un progresivo cambio de rumbo en la obra del Duque de Rivas. La nostalgia del destierro y los consejos del diplomático inglés Sir John Hookman Frere, traductor del poema El mío Cid, con quien trabó amistad en Malta. dieron lugar a que su atención se dirigiese hacia el pasado nacional español. La estructura formal y el estilo de las composiciones en este periodo continúan siendo clásicos, pero los asuntos y el tono representan un paso hacia el pleno Romanticismo. La obra cumbre de estos años había de ser El moro expósito (1834) que comenzó en Malta.
  • La vuelta a España y la plenitud romántica:
      Cuando el Duque de Rivas regresa a España, ha roto a las amarras del clasicismo y se halla en plena fiebre romántica. El ejemplo de Victor Hugo y de los dramaturgos españoles del Siglo de Oro influyen en él y libre de todo prejuicio clasicista, da a la escena un drama: Don Álvaro o la fuerza del sino, cuyo estreno en 1835 consituirá el triunfo definitivo del Romanticismo en el teatro.

C) NOVELISTAS:


      Cultivan principalmente el género de la novela histórica. Entre ellos destaca Mariano José de Larra.

a) Mariano José de Larra:

      Nació en Madrid (1809). Estudió en Francia y en España. Adquirió muy pronto fama como articulista periodístico. Firma con los seudónimos de Fígaro y El pobrecito hablador. Su mordacidad, su ironía le conquistaron pocas simpatías. Se suicidó de un pistoletazo en 1837, a causa de un amor fracasado.

Su obra:

       Escribió una excelente novela histórica titulada El doncel de don Enrique el Doliente, una tragedia tambien histórica Macías y algunas poesías satíricas.
       
       Pero debe su fama a sus artículos periodísticos, de los que escribió más de doscientos. Se trata en ellos de temas costumbristas, literarios y políticos. Los artículos políticos se inspiran en su ideología liberal  progresista. De este modo ataca por igual al absolutismo y al carlismo.

      Larra, olvidado durante algunos años después de su muerte, fue rehabilitado a principios de nuestro siglo por los escritores de la llamada generación del 98, que vieron en él un precursor de sus propias inquietudes patrióticas y reformadoras.






LA GUERRA DE MARRUECOS COMO TEMA NARRATIVO ENTRE LOS ESCRITORES COMPROMETIDOS

1)    INTRODUCCIÓN:

Uno de los éxitos editoriales al final de la década de los veinte lo constituyó la narrativa pacifista que salía de las plumas de los jóvenes escritores alemanes y franceses que habían participado o vivido con extrema intensidad la primera guerra mundial. En España, aunque no se había participado en este conflicto, la pervivencia del dolor por la muerte de los soldados en la guerra de África era continua desde principios de siglo; había un clima favorable para acoger este tipo de narrativa y a nadie extrañó la amplia difusión que alcanzaron algunas de las novelas, especialmente Sin novedad en el frente. El deseo de paz era un sentimiento común entre la mayoría de los habitantes del país. Ortega y Gasset había constatado que, tras la guerra colonial de Cuba y Filipinas “la voluntad colectiva de España, con rara e inconcebible unanimidad, adoptó la inquebrantable resolución de no entrar en empresas bélicas”
Pero los políticos no cuentan con las decisiones de los pueblos en numerosas ocasiones; ante el problema africano no supieron hallar otra solución que la intervención armada. El pueblo, de cuyas filas salían los que tenían que pelear pues las clases altas redimían a sus hijos mediante una cantidad en metálico, se opuso en diversas ocasiones a la política africana que llevaban a cabo los distintos gobiernos de Alfonso XIII. En la huelga general de julio de 1909 en Barcelona, la ciudad se vio bañada de sangre y hoy conocemos la fecha por la “Semana Trágica”. Políticos de la oposición como Marcelino Domingo, Layret, Gabriel Alomar y otros firman documentos en septiembre de 1919 para pedir el fin de la intervención armada; podemos aludir a diversos mítines socialistas en los que se abogaba, igual que en la cuestión cubana, por un armisticio y lo mismo hizo la minoría socialista en el Parlamento en un debato sobre política exterior en marzo de 1920.
Los literatos no habían tomado como tema narrativo la guerra de Marruecos hasta la década de los veinte. La hecatombe de Annual en 1921 levantó oleadas de protesta y el descontento entre las masas. El informe “Picasso” que se abriría en busca de responsabilidades por parte del Parlamento se paralizaría definitivamente en septiembre de 1923 cuando Primo de Rivera se hizo con el poder.
Aunque el conflicto marroquí fue tomado como argumento de varias novelas, sólo en tres de las que conocemos ocupó el eje central y en éstas se manifiesta de una forma nítida el compromiso que adoptan sus autores. Tanto José Díaz Fernández, como Ramón J. Sender y Fermín Galán participaron en la guerra en momentos muy similares, tras el desastre de Annual; los tres tuvieron que afrontar el riesgo de defender la dominación española frente a los indígenas rebeldes; los tres vieron el mundo militar por dentro y sintieron en sí mismos y en sus compañeros y amigos los efectos destructores del conflicto bélico; los tres se atrevieron a expresar su visión del cáncer que devoraba a la juventud española a través de la creación literaria, aunque cada uno lo haría en el momento que juzgó más oportuno. Pese a que hay muchos puntos de contacto, cada uno veía las circunstancias de forma diversa; y como es obvio, cada uno mostró su compromiso de acuerdo con su idiosincrasia y su capacidad literaria.
Estos tres intelectuales tenían buen conocimiento de las circunstancias que rodeaban a los soldados españoles en Marruecos y de la identidad de los rifeños y sus pretensiones: los tres coincidieron en hacer girar los ejes de sus obras en torno a colonizadores y colonizados. Como el talento literario de cada uno de ellos era muy diferente del de los otros dos, la calidad de las obras difiere entre sí; hoy ya la historia ha hecho la selección y mientras perduran Imán y El Blocao, sobre La barbarie organizada ha caído el silencio y el olvido; un juicio sumamente acertado pues el temperamento de Fermín Galán estaba más inclinado a la acción que a la vida reposada que requiere la creación literaria.


2)    EL BLOCAO: EL AISLAMIENTO COMO DESTRUCCIÓN :

El objetivo principal de Díaz Fernández en su novela  es exponer los efectos que se operan en la juventud española que es destinada a cumplir el servicio militar en Marruecos en unos años en los que los rifeños quieren liberarse de la colonización  española por las armas. El escritor asturiano ensarta, en una concepción muy moderna de la novela, siete relatos que, si bien tiene independencia entre sí, todos coinciden en ser el reflejo del mismo ambiente; en vez de haber optado por una visión única del problema ha preferido perspectivas diversas.
En la aniquilación de la personalidad de los soldados españoles destinados a un blocao es donde el autor quiere poner mayor énfasis; el haber pasado el propio autor parte de su estancia en varios puestos de avanzadilla es lo que le obliga a adoptar un compromiso en su obra literaria para denunciar los efectos de una estancia prolongada en una guarnición aislada en la que lo reducido del espacio y la monotonía, siempre que no atacasen los nativos, acababan por convertir a los soldados en “cadáveres verticales movidos por un extraño mecanismo”.
La lenta aniquilación de la personalidad del individuo se produce casi paralela a una modificación de la apariencia física, pues el tiempo que crecen barbas y melenas hay un destrozo psíquico que puede llevar a grandes extremos.
Laurent Boetsch ha sabido ver cómo este proceso de la aniquilación de la personalidad de los soldados está mostrado con imágenes que indican la transición a una “progresiva similitud con los animales”.
En este proceso de destrucción psíquica recibir un tiro durante un ataque enemigo puede suponer, irónicamente, el principio de la reincorporación a la vida ordinaria tras un tránsito por el hospital, siempre que la herida no sea muy grave, porque, de lo contrario, la muerte física torna inmóvil a quien era ya un cadáver ambulante.
Las obsesiones eróticas, presentadas con trazos suaves sin caer nunca en los brochazos fuertes del naturalismo, constituyen uno de los rasgos claves de los personajes masculinos de la obra. Si los soldados no están en el destacamento, en el blocao, el erotismo encuentra fácil salida en las prostitutas del zoco, hebreas o francesas, e incluso en tiempos tranquilos con las campesinas de la zona. Conseguir el amor de una mujer mora es una meta que le resulta imposible al narrador.
Denuncias de comportamientos arbitrarios e injustos en los jefes, e incluso como manifestación de una “mentalidad demente”, como sugiere Boetsch, se pueden encontrar en diferentes ocasiones: en unas aparecen crueles e inhumanos; en otras, con un concepto tan rígido de la disciplina que llegan a exigir la alineación total de los soldados e, incluso, en algún caso, la cosificación. Lo absurdo de alguna exigencia produce un humor negro que hiela la sonrisa; como en el episodio en que un coronel exige a todos llevar bigote y a un imberbe le envía al calabozo hasta que le salga.
Éstos que hemos presentado hasta ahora son los rasgos más sobresalientes que el compromiso politicosocial del novelista asturiano quiere denunciar sobre el mundo de los colonizadores; respecto a los que luchan por conseguir liberar a su pueblo de la dominación española no resalta grandes cosas, sin duda porque el libro no iba dirigido a ellos; eso sí, enfatiza en ocasiones, la importancia de la rebeldía armada en inferioridad de condiciones. Tiene singular valor la aportación que hacen algunas de sus mujeres. En “África a sus pies” el teniente Riaño luce por Tetuán la belleza de su querida, una mujer mora que viste a la europea como consecuencia de su estancia en los cabarets de Francia; esta mujer comprende la realidad de la lucha colonizadora y, tras asesinar al teniente, se reintegra en su pueblo.
El compromiso politicosocial que en su obra adopta Díaz Fernández pudiera ser una superación de la debilidad de uno de los personajes, Carlos Arnedo, y adquiere una dimensión mayor al conseguir que la literatura haga llegar a sus conciudadanos lo horroroso de un sistema que aniquila la juventud del país al empeñarse en seguir explotando las riquezas de otro pueblo. Junto a este tema central el narrador y crítico asturiano denuncia la rigidez de un sistema militar que no tiene en cuenta más que sus fines y se olvida de las personas a las que inmola o destroza en gloria y beneficio de la patria sin que los soldados sepan qué se escondía con tal concepto ni, mucho menos, la realidad sociológica que se escondía en los intereses que se manejaban como determinantes de la guerra del Rif.
Los temas de El Blocao causaron tal impacto en el público español que la novela se convirtió en uno de los grandes éxitos de crítica y pueblo. La renovación del lenguaje narrativo y el contenido del hondo sentido humano, de carácter colectivo, llegó al público con tal fuerza que rápidamente tuvo que volver a imprimirse.
La significación de la obra no sólo hay que verla como el inicio de “la novela social” de “el nuevo romanticismo” enlazando con la tradición literaria interrumpida por la denominada “novela deshumanizada”, y por ser una muestra de puesta en práctica de las ideas teóricas de su autor, sino que es un exponente de cómo el compromiso puede dar también excelentes frutos estéticos al conjuntar Díaz Fernández aspectos de la renovación artística propugnados por la vanguardia con una inclinación hacia la cuestiones sociopolíticas que en aquellas fechas agitaban a quienes estaban disconformes con un régimen que ensalzaba los valores militares con un abandono expreso de los cauces democráticos.
Hoy día, aunque nos trae el recuerdo de un colonialismo nefasto, la novela de José Díaz Fernández sigue resultando atractiva por la variedad de ambientes y, al mismo tiempo que conserva la frescura literaria, nos aporta un excelente testimonio sobre un conflicto de nuestro pasado histórico.

3)    IMÁN: ANIQUILACIÓN DE LA JUVENTUD DEL PROLETARIADO EN DEFENSA DE LOS INTERESES DE UNA CLASE:

En su primera novela Sender utiliza, desde un prisma que Frye denomina “irónico”, el mito del guerrero, tradicional en toda literatura; el héroe, con toda la significación de una sociedad creciente y pujante, al ser convertido en antihéroe refleja una sociedad decrépita en trance de extinción por sus propios errores y por la perversión a que ha llegado la clase dominante en su forma de llevar las riendas del poder; ante una situación así las fuerzas que aún están vivas intentan remozarla, no con un apuntalamiento, sino con su destrucción para reedificarla de nuevo aunque con otros soportes y otra orientación.
En Imán Sender, pese a encarnar en un personaje individual el protagonismo de los hechos novelescos, desde la nota introductoria hasta el final insiste, una y otra vez, que Viance, el protagonista, es un soldado cualquiera, no un individuo único, sino que representa a la gran mayoría de los soldados que tuvieron que soportar las duras condiciones de vida para regresar, los que pudieron hacerlo, moralmente destruidos.
El paralelismo de Viance con el héroe clásico es grande, aunque desde una perspectiva totalmente invertida. El héroe mitificado por la tradición aumenta su personalidad tras cada gesta, mientras que en el caso de Viance ocurre lo contrario. La novela presenta su vida en la milicia: el narrador nos lo da a conocer ya como un sujeto de una personalidad destruida; lo único que le anima a seguir viviendo es el odio.
El héroe clásico, con esa continua búsqueda del honor a través del riesgo como nota dominante en la épica, descuella sobre los demás y atrae las simpatías y admiración de cuantos le rodean. Viance, en cambio, es uno más, despreciado por lo jefes y sin simpatías entre sus compañeros. Su máxima aspiración, dentro del mundo militar, consiste en poder ascender a cabo; sin embargo, este pequeño escalón no lo conseguirá subir en ningún momento.
Actos heroicos en los que su valentía salga a flote conscientemente no realiza ninguno; en la posición “R” defiende como sus compañeros de línea y únicamente sobresale por mantenerse con vida, no por aportación personal, sino por un acto fortuito. Las heridas gloriosas de Viance son “tiros de suerte” que apenas le rozan la piel. La exposición de la vida del héroe afrontando grandes peligros, en el caso de Viance no es más que una huida dantesca sin enfrentarse nunca con el enemigo, siempre consigue evitar los peligros; deambula desorientado, con falsas esperanzas, hacia Annual.
Los sufrimientos en la defensa del blocao, el hambre, las penalidades físicas y morales cuando está en poder de los rebeldes, y el dolorido caminar durante la fuga destruyen su personalidad. La aniquilación es mayor cuando, como consecuencia del tratamiento irónico que le da el autor, al llegar a Melilla, tras toda una serie de tremendas contrariedades, nadie le cree ni le hace caso; la incomprensión le irrita hasta el extremo de rebelarse con el capitán médico cuando, tras reconocerlo, le pone “servicio”. El escritor prefiere conservar el cuerpo físico del protagonista en aparente buen estado para que la imagen de destrucción moral resalte más, de forma que, aunque está útil para el “servicio”, el autor nos confiesa la realidad interior. Esta atonía existencial, que ha sido uno de los factores claves de la personalidad ya destrozada por la guerra en un tiempo anterior al punto de partida de la novela, sufre una modificación breve pero notable en ese instante: Viance tiene una comprensión momentánea a la que podríamos atribuir, casi con toda propiedad, una procedencia visceral, instintiva más que intelectual, de lo que es el mundo militar. La  rebelión ante el capitán médico es un destello que cristaliza como un rayo de luz en su inteligencia al ver la serenidad y vigor de las monjas del hospital.
El reconocimiento oficial de los méritos del héroe es ironizado en el caso de Viance con dos reenganches, uno por cada acción bélica descrita y cuando, al final de la novela, lo licencian, ya no es él.
Como no le conceden ninguna medalla ni siquiera la del sufrimiento por la patria que recibían todos los que habían tenido alguna herida de consideración, Viance, imbuido de las ideas patrióticas burguesas, se coloca, cuando regresa a la Península, una medalla de latón que había encontrado en un basurero. Lo hace para ser reconocido como un héroe; pero la alegría y los honores se tornan críticas. En vez del recibimiento honorífico y glorioso en el pueblo los mozos se mofan de él quitándosela para ponérsela, en un rasgo esperpéntico final, en el pecho a una cupletista que canta el pasodoble “Viva España”.
Sender acentúa más la aniquilación moral del personaje con la desaparición de Rubíes, el pueblo donde nació, cubierto por las aguas de un pantano, de modo que desaparece también el cordón umbilical que le unía a la vida: los recuerdos de la infancia.
Si tratamos de ver cuál pudo ser la postura de los soldados ante la justificación de la guerra y las muertes que ella ocasiona vemos que son pocos los que se han hecho un planteamiento racional. Lógico, de lo que se encierra en la explicación que reciben: defensa de la patria. Su escaso alcance intelectual les impide la comprensión de la realidad politicosocial de la que son víctimas.
El escaso poder reflexivo de Viance será lo que le permita llegar al final con vida, aunque muerto por dentro; sigue el consejo que le da un viejo que recoge herraduras: “No reflexiones o enloquecerás”. Por esto no se preocupa de relacionar los hecho que le envuelven; se encoge de hombros simplemente pensando que “alguien tiene la culpa” de todo el desastre, pero de ahí no pasa; incluso apenas articula un pensamiento crítico en su mente.
Ante tal inmoralidad, la destrucción de la juventud proletaria de España para defender los intereses de unos pocos, el deber de esa juventud no debe ser otro, nos dice Sender, que la rebelión contra la estructura política y el gobierno del país que convierte los intereses particulares en públicos y no vacila en sacrifica a miles de ciudadanos con la terrible confusión de defender la grandeza de la Patria. Sender, que no ha presentado estas ideas como un discurso lógico del personaje, incita de una manera indirecta a la rebelión a través de un personaje secundario, el viejo buscador de herraduras, quien acusa de pasividad, en conversación con Viance, a toda la juventud española; y pone, como ejemplo de actitud realmente heroica a los moros que se rebelan contra el colonialismo español.
Aunque el discurso del viejo no deja de ser un tanto absurdo, como el mismo narrador reconoce, no es por ello menos acusador y sirve para delinear las pautas por las que los lectores de su tiempo, si siguen el consejo de Sender, han de actuar ante el sistema establecido; la justificación que les da el escritor aragonés es que no mira por el bien general, sino por los intereses de unos pocos, concretamente en el caso del conflicto de África, los de aquellos sectores de la burguesía que eran los propietarios de las minas rifeñas.
El valor de Imán no reside solamente en su protesta contra la aniquilación de la juventud española, sino en su condena del militarismo y de toda forma de colonización: junto a esta temática hay que tener presente que Sender es capaz de trascender la simple anécdota no sólo con el carácter generalizador que subyace en el personaje de Viance, sino porque en su aventura hay también una metáfora de la vida humana; hay en esta novela una angustia palpitante que nos muestra la honda preocupación que va a tener el escritor aragonés a lo largo de su vida por el hombre en sí,, por los valores humanos. Sender se adelanta al existencialismo europeo que florecerá tras la segunda guerra mundial para mostrar una conducta absurda, sin sentido: el caminar por la vida de un hombre que se encuentra desarraigado hasta el extremo de que cuando regresa en busca de aquello que puede sostener su ser en el mundo lo encuentra destruido.
Si al sentido profundo en su concepción del ser humano unimos la estructuración de la tensión emotiva junto a un lenguaje lleno de innovaciones estéticas propias, a veces, de la imaginería vanguardista es fácil convenir que nos encontramos ante una novela de gran calidad, pese a la presencia, en ocasiones de una jerga cuartelera que está justificada en aras del realismo expresivo.
Puede parecer extraño que en una primera obra Sender consiga una calidad tan alta; quizás la imposibilidad de publicarla inmediatamente le permitió pulir defectos estilísticos y de construcción, pero también pudo influir en el ánimo del escritor el hecho de que el momento en que escribía era poco apto para que los círculos literarios de Madrid, en los que dominaba lo intrascendente, apreciasen la validez de una obra profunda si no llevaba una envoltura estética de notable calidad. El joven Sender no se podía conformar con ago ramplón; a la osadía del pensamiento quiere unir también los rasgos más apropiados de la nueva literatura.

4)    LA BARBARIE ORGANIZADA: LA CIVILACIÓN COMO ARMA DESTRUCTORA 

Junto a las dos excelentes novelas referidas antes, vamos a analizar ahora una obra mediocre en la que su autor, Fermín Galán, si bien tiene una extraordinaria lucidez para ofrecernos una visión crítica de la campaña española en Marruecos, carece, en cambio, de la capacidad necesaria para presentar los temas de una forma artística, ya que no sabe ocultar, o mejor dicho, encarnar su postura ideológica en la trama que viven los personajes y su dominio de los recursos lingüísticos dista mucho de los que pueden hallarse en las novelas de Díaz Fernández y Sender.
No hace falta decir que es una obra en la que el impulso del compromiso le ha impedido al autor detenerse en la elaboración cuidada que exige una obra artística para ser considerada como tal; ha sentido con tal vehemencia lo que escribe que huye de hacer literatura; su propósito es plasmar sus experiencias y olvida que vida y literatura, pese a la íntima relación que puedan tener en algún caso, son realidades de un orden distinto. De esto se resiente La barbarie organizada, ficción en la que abundan los excursos ideológicos por que el autor no se detuvo o fue incapaz de incluirlos de una forma indirecta de modo que las ideas se dedujesen de la trama.





                              EL TEXTO MEDIEVAL COMO PROBLEMA



       La labor de revisión y fijación de los textos convierten la filología en una auténtica crítica textual que a la vez " interpreta" los textos antiguos desde la literatura sanscrita hasta el periodo medieval.
       En el periodo medieval, la cultura deja de ser patrimonio de los grandes centros monacales y se asiste a la " secularización" de las artes del libro.
       Desde el S.XIX se relaciona la tarea filológica con el texto literario considerándola como un instrumento que permite la reconstrucción de  "ese mundo lejano".
       A pesar de las distintas definiciones, la crítica adopta el término "Crítica textual". El término "texto" constituye una problemática para la etapa medieval. El texto, aunque sólo sea un esbozo, es la última fase de un proceso material.
       Gracias a los manuscritos conocemos la literatura medieval y a la figura del copista. Aproximarse al texto medieval supone un acercamiento a la labor de los copistas y a su actitud ante los manuscritos.
       Según R, Jakobson, "la obra literaria es una estructura funcional". Incluir el mensaje literario dentro de una teoría de la comunicación ha provocado una multiplicidad de perspectivas desde la consideración del contexto pragmático y recepcionista hasta la interpretación semiótica que mantiene la función poética del lenguaje.
       Según R.Jakobson, " el mensaje por el mensaje es la función poética del lenguaje" y su estudio está vinculado al lenguaje. La función poética es sólo la función dominante del arte verbal. La lengua común selecciona a los diferentes elementos lingüísticos mientras que la lengua literaria los combina entre sí.
       El problema está en cómo aplicar los avances en la teoría de la comunicación a un texto medieval. Según Segre, el texto medieval es "un concepto límite" cuya estructuración se explicará a partir de los diasistemas.
       Las ediciones críticas pretenden conseguir un mismo fin. Lachman propone la recensio de todos los testimonios para llegar al arquetipo. Bedier, según su método, al codex optimus. P. Maas Pascali y Segre toman en cuanta, además, los errores y los sistemas estilísticos diferentes que entran en contacto dentro de un mismo texto.
       El fin último de una edición es que los manuscritos se conviertan en libros aunque persistan algunas dudas sobre su naturaleza.
       Según B. Cerquiglini "autor" y el término " texto" en el medievo, no corresponden a la concepción que se tiene de ellos en la actualidad. Según  Iser, para comprender el significado del texto, el lector debe atender a la estructura del mismo. El autor utiliza una serie de materiales para proyectar su visión del mundo.
       Todos estos procesos (producción material, comunicativo) desde su origen hasta su consideración a través de nuestra particular visión de la estetica literaria plantean una problemática del texto medieval que no es  en definitiva, sino un texto virtual.






                           El sentido  de la pícara Justina



          Al hablar del género picaresco, se piensa automáticamente en su protagonista masculino: el pícaro. Sin embargo, a partir de 1605, fecha de aparición de La pícara Justina, la mujer entra en calidad de protagonista en la novela picaresca. Este nuevo tipo de picaresca femenina alcanza un éxito importante. Muchos investigadores han establecido una separación entre la picaresca de protagonista masculino y la otra de protagonista femenino. Así, por ejemplo, las características esenciales que diferencian a la pícara de su congénere son las siguientes:
  • -        En apariencia vive recatada.
  • -        Quiere pasar por dama de alta al curnia; se rodea de escuderos y dueñas de aspecto vulnerable.
  • -        El lenguaje en que se expresan las pícaras y el tono de su conversación son los de las damas de buen linaje.
  • -        Dispone la pícara, a más de su innata astucia, de belleza corporal que sabe poner a precio.
  • -       Al contrario del pícaro, la pícara se aproxima más a la dama que a la criada. La pícara se mueve casi siempre en un ambiente social muy superior al supo y se mueve con facilidad.
  •      Las características de la pícara son: 1) la astucia, 2) la mundología, 3) la herencia genealógica ambiental, 4) los oficios y empleos, 5) el engaño, 6) la codicia, 7) el deseo de libertad y 8) la dualidad amorosa de erotismo y castidad.

El retrato físico y moral de la pícara Justina:

            A primera vista, el aspecto de la pícara es siempre extremadamente favorable, pues por medio de ciertas cualidades intrínsecas, la belleza, la inteligencia y la mundología la pícara seduce a su víctima.

1               1-  Descripción física de la pícara Justina:

    No hay pícaras viejas ni feas. Sin embargo, existen tres grados de belleza física en las heroínas picarescas: las bellas, las bonitas y las hermosas. Justina pertenece a esta tercera categoría. La hermosura de esta pícara acusa una lozanía propia de su temprana edad sin llamar mucho la atención. Por consiguiente, su aspecto físico no influye esencialmente en el éxito de su carrera. Dice el narrador: “Justina fue mujer de raro ingenio, feliz memoria, pelinegra, nariz aguileña y color moreno.” Otra mención al aspecto físico que caracteriza al personaje: “provocaba lástima a los que veían que una tan buena moza…” También se habla de “una mujer de buen talle”.

2                 2 -La inteligencia de la pícara:

    Hay tres grados de inteligencia con respecto a las pícaras: las excepcionales, las normales y las menores. Justina pertenece a la segunda categoría: esta pícara posee una astucia traviesa y cierta facilidad para el aprendizaje de cosas nuevas. También es dueña de una buena imaginación, creando constantemente infinidades de burlas menores. Así, por ejemplo, cuando Justina se pone a la puerta de una iglesia a pedir. A pesar de recibir mucha limosna, no siempre obtiene un gran beneficio por ser todas monedas de poquísimo valor. En cambio, en otra ocasión, Justina reacciona con bastante astucia, pues al morir su tutora, la heroína logra posesionarse de todo el dinero y bienes de esta vieja avarienta. Dicho éxito es único y aislado en cuanto se refiere a la magnitud de la codicia monetaria.

3                  3- La experiencia mundana de la pícara Justina:

    Otro factor decisivo en el logro de un buen éxito en las burlas y estafas femeninas picarescas es la experiencia mundana de la protagonista. Durante su infancia y adolescencia, la heroína adquiere cierta mundología a través de sus experiencias ambientales.
    Existen tres categorías de pícaras en cuanto a mundología se refiere: las de mucha mundología, las pícaras de escasa mundología y las pícaras casi carentes de mundología. Justina pertenece a la primera categoría. Ésta adquiere mucha mundología traviesa a través del ambiente. Tanto el ambiente mesonil como la herencia de sus padres mezoneros amoldan el carácter pícaro de este personaje y, sobre todo, son los consejos y las lecciones prácticas que recibe de los padres lo que va a definir mayormente el desarrollo mundológico de la pícara Justina. Esta mundología nunca se manifiesta tan explícitamente como hasta el día de la muerte del padre. En esa oportunidad, Justina actúa con mucha socarrarería aprendida del padre. Por un lado, el homicida de padre soborna a la madre para escapar de la justicia; por el otro, Justina acepta un obsequio del homicida y se comporta despiadadamente la noche del velorio.
  Es muy curioso notar que, a pesar de poseer Justina bastante conocimiento picaresco, el provecho que le saca es bien poco, salvo algunas pocas experiencias como en el truque del supuesto agnus dei de oro, y como ganancia de sus burlas son los placeres individuales y la libertad personal. Dice la pícara: “en toda mi vida otra hacienda no hice ni otro tesoro atesoré, sino una mina de justo y libertad”.






El Krausismo y su influencia en Pérez Galdós. Ilustre UD. su trabajo mediante ejemplos sacados de la obra Marianela.


     El Krausismo es una versión  crítica del idealismo hegeliano. Krause hace una interpretación idealista en términos de proyección social. Se calificó al Krausismo de “actitud de protesta contra la ortodoxia  del idealismo hegeliano”. Krause aúna religión, ciencia y filosofía y la consecuencia es que nos lleva a una defensa de la tolerancia, la convivencia, la libertad de ciencia, confianza en la Educación como instrumento de modernización y regeneración del hombre…
      El siglo XIX en España es una época muy turbulenta en el campo de lo social, de lo político y del pensamiento. A lo largo de todo el siglo, el país está sacudido por las batallas entre los que quieren modernizar  a España y los que defienden  las raíces tradicionales del país, lo que se refleja también en el campo de la filosofía.  En la segunda mitad del siglo, es la filosofía alemana la que tiene mayor eco en España. La introducción del krausismo, del pensador alemán Karl Christian Friedrich Krause (1781_1832), en la vida artística e intelectual española se debe a Julián Sanz del Río, profesor de filosofía en la Universidad de Madrid. Sanz del Río y sus seguidores, entre los que pertenecen, por ejemplo, Fernando de Castro o Francisco Giner de los Ríos, encuentran en el Krausismo, cierto modo para regenerar el país. Hay que decir que se trata más bien de un movimiento intelectual  y religioso que de un sistema puramente filosófico. El Krausismo dio origen, en España, a un movimiento de educación, denominado la Institución Libre de Enseñanza.
      Un rasgo muy importante de este sistema filosófico es el hecho de que la Humanidad puede conseguir la perfección, uniéndose por el amor, el bien y empleando la razón  y la ciencia.
      El Krausismo influyó, sin duda, en la cultura española del siglo XIX, sobre todo en la literatura realista. Se manifiesta principalmente en las novelas de tesis de Benito Pérez Galdós. El ambiente ideológico creado por el Krausismo lleva a la consideración de que el mundo exterior es hostil y fanático. Los valores como la tolerancia, la libertad o la armonía, típicos de esta filosofía, resultan cada vez más importantes en la literatura española, que empieza a criticar todo tipo de fanatismo y aún la estrechez de la religión católica. Según varios estudiosos, parece que Galdós sufrió la polémica ideológica de su tiempo, lo que se refleja, sobre todo, en su concepto de las dos Españas: la del fanatismo y la de la tolerancia y libertad. Hay que decir también que el autor no está completamente de acuerdo con el puritanismo krausista; más bien comparte con esta filosofía la postura religiosa y el ideal de la  moral humana.
        En las novelas de Galdós aparece muy a menudo la idea de progreso, que se encuentra también en la filosofía krausista. Como los seguidores de esta filosofía, el autor defiende la idea del progreso reformista frente al conservadurismo que frena el desarrollo del país. Galdós también comparte con ellos la fe en la educación. Por ello, la influencia de la educación en los personajes del novelista, sobre todo la de una mala educación, aparece desde las novelas de primera época hasta las últimas. En la base de  Marianela, por ejemplo, se encuentran las ideas estéticas del Krausismo sobre la novela. Los krausistas no consideran la literatura como la fuente de entretenimiento, sino como camino del conocimiento del sentido de la vida. Por ello, Marianela, más allá de ser una historia de amor imposible, contrariado e infeliz de una muchacha fea y un joven ciego al cual la niña sirve de lazarillo, es una obra que abarca niveles más profundos. A lo largo de la historia, aparece la idea de que si la sociedad hubiera dado a la Nela  educación  y amor, su vida habría sido muy distinta.
        La crítica de la sociedad y de su desinterés es bastante evidente en la novela. Nos lo documenta, por ejemplo, el personaje de Sofía, la cuñada de Teodoro Golfín, cuyo único interés es la caridad “No tenía hijos vivos y su principal ocupación consistía en tocar el piano y en organizar asociaciones benéficas de señoras para socorros domiciliarios y sostenimientos de hospitales y escuelas” (Cap. IX ). Mas su caridad es superficial, en realidad solo le gusta organizar bailes, funciones dramáticas o corridas de toros, es decir entretenerse más que ayudar donde realmente hace falta. La crítica de esta actitud la expresa Galdós a través de su alter ego Teodoro: “Todo eso sólo me prueba las singulares costumbres de una sociedad que no sabe ser caritativa sino bailando, toreando y jugando a la lotería” (Cap. IX ). La actitud de Sofía, considerándose bondadosa y caritativa, sacrificando una parte de su tiempo para organizar acontecimientos culturales benéficos, es muy criticada por hipócrita ya que “Verdad que una gran parte fue para la empresa del gas, para el alquiler del teatro  y los empleados…, pero a los pobres les llegó su pedazo de pan… (Cap. XXI ). El reformismo krausista concebía que la riqueza tuviese una función social por ello, en Marianela, se critica de forma explícita o implícita a Sofía y a los hermanos Peñáguilas por no haber cumplido adecuadamente con sus responsabilidades para con los menos afortunados. Sin embargo, Galdós no veía en la solución religiosa de la caridad una respuesta suficiente al problema social. Frente al concepto estático según el cual el deber de cada individuo es portarse de acuerdo con la posición que le haya sido asignada por Dios, se opone el concepto dinámico, base del liberalismo político, de que cada uno debería ocupar la posición que merece por su inteligencia (Nela inteligente) y esfuerzos. Requisito para el cumplimiento de este ideal meritocrático era el acceso a la educación, derecho de  fundamental importancia dentro del ideario krausista y también en el pensamiento de Galdós.

      En Marianela, hay una crítica apasionada en contra de una sociedad que se preciaba de liberal pero que no había cumplido con la promesa del liberalismo de facilitar a cada uno el camino para desarrollar sus capacidades naturales. El valor representativo de la Nela como víctima social descansa precisamente en el hecho de que la sociedad le ha cerrado este camino impidiéndole desarrollar su potencial. Las consecuencias de esta privación son terribles: la Nela, aunque dotada de buenas cualidades, es ignorante, supersticiosa, no tiene respeto por sí misma ni defensas para la tragedia que se le viene encima. De esta situación queda acusada la sociedad en general, denunciada por Teodoro, portavoz del autor, por no haberle dado a la Nela ni educación elemental ni instrucción religiosa, dejando perder así “un ser preciosísimo”. La esencia del mensaje social de la novela es que cuando la sociedad falta a su responsabilidad, el resultado es una pérdida trágica de potencial humano. Al igual que los krausistas, Galdós puso su fe en una regeneración moral y pedagógica a expensas de posibles remedios sociales y económicos.